Maribel entró en la consulta después de llamar a la puerta. Tenía 53 años, el pelo corto, por la nuca, castaño con reflejos color miel y perfectamente peinado. Llevaba una blusa blanca fluida y una falda que le cubría las rodillas. Una manicura perfecta en un color discreto y una mirada triste y avergonzada. Conozco esa mirada, la veo mucho en esta consulta.
- Buenos días Maribel, ¿cómo estás? – le dije. Contestó con un “Bueno, bien…” con voz bajita y sin mantenerme demasiado tiempo la mirada, estaba nerviosa –. Me llamo Laura García y esta es la consulta de Patología Cervical. ¿Te han explicado por qué estás aquí y lo que vamos a hacer?
Negó con la cabeza y volvió a mirar al suelo.
- Maribel, tu médico de cabecera te ha remitido a la consulta porque tu última citología ha salido alterada, así como positiva para el virus del papiloma humano. La infección por este virus es de transmisión sexual, y lo que a veces provoca, como en tu caso, son alteraciones en las células del cérvix. Estas alteraciones pueden ser de bajo grado o alto grado. Las alteraciones de bajo grado requieren un seguimiento en la consulta, y las alteraciones de alto grado necesitan tratamiento para eliminarlas.
Maribel asintió y me confesó que había buscado información por Internet y que estaba asustada porque no sabía si lo que tenía era cáncer.
- No debes agobiarte, las alteraciones de alto y bajo grado no son cáncer. Si las lesiones de alto grado en vez de tratarlas las dejásemos evolucionar mucho tiempo, algunas de ellas podrían malignizar, pero para eso está esta consulta, para realizar todos los tratamientos necesarios para que eso no ocurra, así que tranquila, Maribel.
Se echó a llorar y empezó a contarme su historia. La mayoría de las pacientes lo hacen, necesitan desahogarse:
- Llevaba 21 años con mi marido, yo nunca estuve con otro hombre. Y un día cualquiera me dice mi médico de cabecera que tengo el virus del papiloma, cuando jamás había tenido nada de eso. Fue ahí cuando me enteré de que me estaba engañando. Nos estamos divorciando. Y encima esto ahora… – volvió a ponerse a llorar.
Intenté tranquilizarla y dar una visión positiva de lo que estaba sucediendo. Al fin y al cabo es mejor llorar con la verdad que sonreír engañada.
Se calmó, sacó fuerza y decidió afrontarlo.
- ¿Y qué me va a hacer, doctora?
- Tu lesión es de bajo grado, y lo que hoy realizaremos es una colposcopia, que consiste en mirar el cuello del útero con una especie de microscopio, y ver si hay alguna lesión que debamos biopsiar. Es un poco molesto pero no es doloroso. Tranquila.
Maribel asintió con la cabeza, y pasó a colocarse para la colposcopia. Cuando terminé me confesó que no había sido doloroso, solo molesto y que era por los nervios.
Le expliqué que no había visto ninguna lesión sospechosa así que no había tenido que coger ninguna biopsia. Y que lo que haríamos sería un control el año que viene. Respiró aliviada.
Una vez vestida y recompuesta le di la cita para un año después y le deseé suerte en todos sus trámites.
- La próxima vez que nos veamos seguro que todo va mejor.
Sonrió tímidamente y me deseó un feliz verano.
Durante las siguientes visitas fue contándome todas sus aventuras y desventuras cita a cita. Siempre que venía a consulta nos reíamos. Me encanta esa complicidad a la que se llega con algunas pacientes, y Maribel en concreto tiene un humor ácido genial. Después de tres años, cuando le di el alta definitiva, me confesó:
- Este verano me voy con mi nuevo “amigo” a las islas griegas. Qué pena que no te lo pueda contar el año que viene, Laura… Pero tenías toda la razón. A veces no hay mal que por bien no venga – me guiñó un ojo y salió sonriendo de la consulta.