A todas nos gusta vernos guapas, vernos y sentirnos bien, eso es indudable. Pero en muchas ocasiones, ese afán por lo estético y más aún en este momento histórico en el que la inmediatez parece primar sobre todo lo demás, debemos recordar que lo fácil y rápido, no siempre coincide con lo bueno, ni mucho menos con lo mejor.

Pues algo así, sucede con las fajas posparto.

Tras el embarazo, el cuerpo cambia: la piel, el pecho y sobre todo más llamativamente, la tripa, cambian. Se pierde la figura habitual y la salida del hospital tras el parto dista mucho de ser la imagen idílica de tantas “famosas” fotografiadas con una figura modélica y un vientre plano. Vamos a ser realistas y a romper falsos estereotipos: salvo contadas ocasiones (que las hay) el posparto deja un abdomen abultado nada “estético” (y no me detendré a opinar sobre lo que definimos por estético cuando como en este caso, es el resultado de haber concebido una nueva vida, por ejemplo, pero bueno). De ahí que, en la mayoría de los casos, con el afán de mantener una imagen “adecuada”, se usen tanto las fajas posparto.

Sobre las fajas posparto, oficialmente desde el punto de vista estrictamente ginecológico, no hay un consenso cien por cien claro. Son muchos y distintas las opiniones y datos aportados al respecto, tanto a favor como en contra, por lo que, aunque siempre justificado con una base científica y por la experiencia que ya acumulo, os voy a argumentar cuál es mi opinión.

Las fajas, como todo, tienen ventajas que son innegables: hace sentirse más atractiva y cómoda al llevarla debajo de la ropa, genera una cierta seguridad en algunos movimientos, puede reducir los dolores o sensación de vacío en el abdomen…

Sin embargo, claramente tiene grandes inconvenientes que, en mi opinión, superan las ventajas en la mayoría de los casos y que son el motivo por lo que muchos de los profesionales desaconsejamos su uso.

Lo primero que debemos saber es que las fajas, su uso prolongado al menos, impiden que la musculatura abdominal, que se ha visto debilitada a lo largo de todas las semanas del embarazo, realice su trabajo de sostén de manera correcta, con lo cual se retrasa la recuperación de esta. Además, generan un aumento de la presión intraabdominal y pélvica lo que también podría favorecer los prolapsos, la incontinencia, o hemorroides incluso, a largo plazo. Tampoco mejoran la postura corporal, de hecho, pueden hacer adoptar posturas incorrectas con consecuencias peores tipo algias (dolores) y, además, no podemos olvidar que no han demostrado que ayuden realmente a recuperar la figura más rápidamente.

Mención aparte debemos hacer del cinturón posparto o también llamado cinturón pélvico. En este caso se trata de una cinta elástica que se coloca a nivel pélvico, bajo las espinas iliacas y que se usa durante el embarazo, en el posparto e incluso en otras circunstancias como tras histerectomías, por prolapsos…etc

Aquí sí, el cinturón logra una postura ergonómica que conseguirá evitar aumento de presión en el suelo pélvico y forzar la lordosis de la zona lumbar permitiendo que la musculatura del abdomen trabaje de manera correcta y no solo eso, sino que precisamente por ello permite una respiración más profunda lo cual, a su vez, mejora la circulación sanguínea, parte fundamental para una buena recuperación. Es decir, mejora la postura, permite la recolocación de las vísceras abdominales, permite que el abdomen trabaje y se tonifique y estimula la recuperación de manera más temprana.

Para todo ello, es fundamental que el cinturón pélvico se coloque correctamente: no a nivel abdominal ni lumbar, sino sobre la pelvis y por detrás, a nivel del sacro.

Por último, lo más importante es conocer que resulta fundamental que se reinicie el trabajo abdominopélvico, con ejercicio físico adecuado y adaptado, en todas las mujeres. Lo ideal siempre será empezar por el trabajo pélvico y cuando el periné y toda la zona del suelo pélvico estén mejor, continuar añadiendo trabajo abdominal tipo hipopresivos, por ejemplo. Para esto, lo más adecuado es que os valore y os dejéis aconsejar por un profesional, un fisioterapeuta que, tras la revisión ginecológica, os oriente y os guíe.

En resumen, evitad el uso de fajas si no es de manera puntual (a todas nos gusta estar guapas y usar algún truquillo si hace falta, pero que sea solo ocasional), ¡y trabajad los músculos y el cuerpo para una recuperación más segura, eficaz, sana y duradera a largo plazo! Y si queréis, podéis hacer uso de los cinturones pélvicos, pero ojo, insisto, siempre acompañado de una actitud proactiva, guiada por profesionales, que ejercite abdomen y suelo pélvico.

Si aun con todo, existiese una indicación médica específica e individualizada, se puede usar faja, pero recordad que debe ser siempre pasada la cuarentena, el menos tiempo posible y combinándolo con actividad física.

 

Así que,  cuidaos mucho y ¡a mover el esqueleto!

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