Cuando me quedé embarazada de mi primera hija no sabía nada de lactancia materna, tenía claro que quería dar el pecho porque había tenido varias referencias en mi vida de mujeres lactantes, pero como toda primeriza, siempre decía: “si puedo dar el pecho, me gustaría hacerlo”.  Frase un poco manida, primer error de concepto y que además corresponde a muchos de los mitos sobre lactancia que han circulado en los últimos años, por suerte ahora ya se están desmontando. Y es que no está la opción de no poder dar el pecho, no es algo dedicado al azar, ni es cuestión de suerte, ni siquiera es normal  o frecuente que  no se pueda dar… pero son frases que se van instalando en nuestra cabeza.  El pecho se puede dar si la madre así lo quiere (hay realmente pocos casos de patologías reales para no poder hacerlo y no habría que contemplar estos mínimos casos como opciones reales) solo hay que decidirlo e ir a por ello. Si surgen problemas, que puede pasar, lo bueno es tener el teléfono de asesoras de lactancias, profesionales que puedan ayudar  a la madre a saltar cualquier inconveniente en la lactancia. Pero insisto en que es algo que decide la madre y si doy el pecho por decisión propia, hay que rodearse de los recursos adecuados para no dejar que el azar intervenga ( ni la enfermera, ni la abuela, ni la tía, ni la cuñada…).

Ya embarazada, me pregunté como “quería poder dar el pecho”, hice varias formaciones, con mi matrona  de cabecera y con distintas profesionales de la materia que me fueron asesorando y ayudando a  desmontar más y más mitos, y en definitiva fui empoderándome para elegir libremente la forma de alimentar a mi bebé.

Cuando llegó el día del parto yo estaba todo lo preparada que se puede estar en esas circunstancias, tenía ganas de hacerlo, teléfonos de profesionales por si algo iba mal, y la tranquilidad de que mi marido quería lo mismo que yo. Esto último puede parecer una tontería, pero recuerdo una conversación con él, en la que le pedí, que si las hormonas me traicionaban, o el parto me volvía distinta y me convencían para caer en biberones, o “ayudas alimenticias” en los primeros días, me ayudara a reforzarme en lo que habíamos hablado y (hasta que una profesional real de la lactancia no dijese que era necesario) no  caer en  consejos de personas no especializadas.

Lactancia prolongadaMi recién nacida se enganchó al pecho muy bien, me lo puso fácil y mamó desde ese día hasta los tres años y medio que tiene  ahora y aún sigue mamando.  Mi bebé fue mi maestra en toda esta vivencia.

Cuando me quedé embarazada del segundo bebé, mi hija no estaba preparada para dejar la teta, ni yo tampoco, así que seguimos. De 27 semanas  de gestación tuvimos que dejarlo por una amenaza de parto prematuro (contrastado con varios especialistas de que en mi caso había que evitar las contracciones que me provocaba dar de mamar), desde ahí hasta el parto no tomo teta. Pero cuando nos visitó en el hospital y vio a su hermano pequeño al pecho, quiso mamar de nuevo, yo la dejé y pensé que se le habría olvidado el reflejo de succión, pero nada más lejos de la realidad. Me vi con un niño en cada teta de ese momento hasta hoy que tienen año y medio y tres años y medio.

Sin saberlo me he convertido en una madre pro lactancia prolongada y además en tándem. Hice algunas consultas sobre lactancia en tándem, por miedo a no cubrir bien al bebe que mamaba en exclusividad y a demanda. Pero después de comprobar que no había problemas tiré hacia delante. No sé hasta dónde me llevará este viaje de la lactancia, pero para mí ha sido maravilloso, respetado y muy enriquecedor; si es la elección  de la familia, solo hay que empoderarse e ir a por ello. ¡Tú escoges futura mamá! No dejes algo tan importante a manos de  influencias de terceros o falsos mitos. ¡Tú decides  tu manera de querer hacerlo, sea cual sea, será lo mejor para tus hijos porque es tu elección real!

 

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